En ocasiones los niños
experimentan barreras rumbo al mundo adulto, lo que hace con que su humor sea
más inestable. Los cambios en este aspecto suelen ser lentos; no obstante,
debemos adoptar algunas medidas que se pueden resumir en la necesidad de
expresar afecto y determinar los límites de la conducta que se espera del niño.
1- Necesidad
de ejercicio físico. Juegue al aire libre y practique su deporte favorito. El
kárate o la natación son adecuados.
2.- Que el
niño se sienta lo suficientemente seguro y convencido de que, con la ayuda de
sus padres, él podrá controlar su temperamento.
3- Que el niño aprenda a expresar
sus sentimientos con palabras. Decir qué es lo que le molesta antes de
perder el control de otra forma.
4- Que el
niño consiga desconectarse de la situación que le molesta. Por ejemplo, si se
enfada con alguien, mejor que se aleje un rato de esta persona y solo recupere
el contacto cuando esté más calmo.
5- Que el
niño se acostumbre a pensar en su habitación o su silla de pensar. Si el niño
explota con los compañeros, padres o hermanos, debe ser enviado a su habitación
para pensar y calmarse. Que él vea que eso no es un castigo y sí una manera de
tranquilizarse.
6- Que el niño
sea animado a exteriorizar lo que siente, bailando, escuchando música, tocando
un instrumento, escribiendo, dibujando, pintando...
Probar el ejercicio de “sé como un volcán”: que
se ponga de pie con los pies bien juntos. Junta las palmas de las manos delante
del pecho y aprieta una contra la otra. Luego separa las piernas de un salto al
tiempo que levantas las manos por encima de la cabeza y después las separas
dejándolas caer a ambos lados del cuerpo. Mientras lo hace, emite el sonido
explosivo (¡PUUUFFFF!). Pide al niño que él se imagine siendo un volcán,
expeliendo fuego, lava y vapor. Al terminar, el niño debe hacer tres
inspiraciones profundas. Es muy probable que el enfado que él sentía se haya
perdido.
7- Que el
niño se dé cuenta que sus esfuerzos para controlar los impulsos tienen buenos
resultados. Es muy importante que los padres del niño no se porten de igual
manera que ellos, en su mal genio. Y que sean, ante todo, un ejemplo de
tranquilidad y serenidad al hablar con ellos, incluso cuando están enfadados.
Cuando el niño esté nervioso, lo mejor es no reñirle ni juzgarle. Eso empeorará
la situación. Mejor permanecer en silencio.
Es decir: Dar ejemplo. La actitud
positiva de los padres a la hora de afrontar las situaciones adversas es el
mejor ejemplo para que los hijos aprendan a solventar sus problemas.
8.- Educarle en la cultura del
esfuerzo. Es importante enseñar al niño
que es necesario esforzarse. Así aprenderá que el esfuerzo es, en muchas
ocasiones, la mejor vía para resolver algunos de sus fracasos.
9.- No darle todo hecho. Si se le facilita todo al niño y no se le permite alcanzar sus
retos por sí mismo, es difícil que pueda equivocarse y aprender de sus errores
para saber cómo enfrentarse al fracaso.
10.- Marcarle metas. Hay que enseñar al niño a tolerar la frustración poniéndole
metas sociales a conseguir en periodos de tiempo concretos: un día, una semana,
etc.
11.- Enseñarle a ser
perseverante. La perseverancia es esencial
para superar situaciones adversas. Si el niño aprende que siendo constante
puede solucionar muchos de sus problemas, sabrá controlar la frustración en
otras ocasiones.
12.- Poner nombre a las emociones
y sentimientos: En ocasiones los niños no saben
identificar con palabras qué les ocurre. Es importante ayudar a nombrar
estas situaciones. Se pueden utilizar los cuentos para definir lo que le ocurre a
cada personaje; también los modelos reales o nosotros mismos.
13.- Enseñar al niño cuándo debe
pedir ayuda. A algunos pequeños les cuesta
pedir ayuda, mientras que otros la piden constantemente y de inmediato. Hay que
enseñar al niño a intentar encontrar una solución primero. Si se siente
frustrado al realizar alguna tarea, debemos intentar enseñarle a evitar la
frustración: “¿qué podrías hacer en lugar de enfadarte o abandonar la tarea?”.
14.- Representar papeles. Se puede jugar con el niño a interpretar una situación
frustrante. Por ejemplo, el pequeño tiene que hacer los deberes pero quiere
irse a jugar al parque. Primero, el niño interpretará la frustración y luego
adoptará el rol opuesto. Se le puede animar a que hable consigo mismo de forma
positiva y busque una manera de resolver el problema.
15.- Enseñar habilidades sociales: fórmulas de
cortesía, pedir por favor, ponerse en el lugar de los otros, saber perder y
esperar, etc. Extraído de GUÍA INFANTIL. COM (jUNIO 2015)
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